martes, 7 de agosto de 2007

(monografía para unas fotos de un curso)

Invierno 2004, frío, muy frío, ansias de filmar una pequeña historia de un joven que vivía en un barco abandonado; locaciones, donde?, bien el riachuelo que en su aroma acido acurruca barcos abandonados, Pablo va a investigar, mirar si alguno puede servir, hay uno oxidado, esta inclinado, olor, fuerte olor a oxido este pinta bien -como se llama?, no sé, alguien se descubre de entre las escaleras y el oxido amontonado por años, es Walter, marinero uruguayo, vive aquí, en este barco, barco abandonado por las empresas que hicieron malos o buenos negocios, según como uno lo quiera ver, además viven otros marineros, que han quedado sin trabajo, sin documentos y despojados de sus hogares, como Sergei (ucranio), Rosa (brasilera), Fedor (moldavo) y la lista sigue; la tarde cae, el frío hela los huesos, Pablo y en su cabeza otra historia que se le acaba de ocurrir después de escuchar por horas las anécdotas de Walter….

Yo en casa, suena el teléfono, Pablo que se le nota la voz extasiada, tengo una idea dice, casi susurrando, si en vez de hacer la historia del joven que vive en ….., no te parece mejor registrar las historias de esta gente? Lotería, cruzó en mi cabeza. Debemos ir los domingos porque es el día que Sergei está encargado de cuidar el barco, los otros días está en Tandanor (astillero en la costanera sur trabajando y poniendo a punto otro barco pesquero dispuesto a zarpar a las aguas del sur en busca de langostinos, atunes y otros peces). Empezamos el próximo? Bieeeennnn !!!!

Y que haremos?, vemos sobre la marcha. Sabemos que utilizaremos cámaras hi-8 y otra digital, sin luces de relleno ni principales, solo la que hay ahí y una pantalla para levantar sombras que molesten, si está oscuro que esté oscuro, queremos que sea así, que ellos nos cuenten historias de ellos, de sus familias, de sus amigos, de sus vivencias, de todo lo que ellos nos quisieran hablar, vamos a sentarnos con ellos en la cocina del barco y que hablen….

Domingo, ocho de la mañana suena el despertador, seminublado, como siempre frío de la hostia, dormido, colectivo, el 39, casa de Pablo exterior-día, cámara, baterías, adaptadores, trípode, panes, salamines, cigarrillos, licor de menta, vamos?

Riachuelo, (aroma, botellas de plástico por doquier, basura, burbujas en el agua negra provocadas por el gas que emana). [Gracias Mary July].

Corcubión, así se llama el barco, desde el auto se ve que era color crema, pero abunda el rojo, de herrumbre, bajamos con las cosas alguien se asoma es Walter y después sale Rosa, dice que subamos, equilibrio sobre una madera delgada y húmeda. “Tengan cuidado al subir”.
Saludamos, nos presentamos. Pasen. Pasillo oscuro, vamos a la cocina, nos acomodamos, nos sentamos, ruido en la escalera, se escucha una voz casi inentendible y dormida, es Sergei, balbucea algo en ruso tendemos la mano, se sienta, se acomoda unos mechones que le caen sobre los ojos vidriosos, marrones, profundos. “Bueno muchachos, que es lo que quieren hacer”, pregunta con sonrisa cómplice, desde el vamos sabíamos que no iba a haber problemas, solo debíamos ajustar detalles, que cuenten como habían llegado acá y porqué, y porque vivían en el barco, solo queríamos que ellos hablen, íbamos a encender la cámara y que todo siguiera su curso, luego en edición íbamos a fragmentar, íbamos a elegir tomas y seguir un hilo el que se fue encontrando día tras día, “Muchachos, no hay ningún problema”, plantamos la cámara en un rincón ajustamos el ángulo, balance de blanco, medimos la luz con el fotómetro, diafragma, velocidad, foco, sonido, anda, ok, pusimos los panes, los salamines, el licor sobre la mesa Sergei pide algo, no se entiende (patmeliza. Bebida para quitar la resaca), un brindis, mi vaso plateado de acero inoxidable brillaba ante la luz mortecina que entraba por la ventana, otro de plástico naranja, taza blanca sin asa, vaso de vidrio transparente percudido, el gato que va y viene en busca de alguna laucha, una olla hirviendo agua para hacer té y beberlo luego, frío, bien helado, risas muchas risas…. y ese sonido agudo de los vasos cuando chocan en el brindis. ¡Salud!!!!(Nesderovia), ¡Salud y Anarquía!!!!!, replicó Walter. Risas, muchas más. Un trago y la garganta pide a gritos agua, son las nueve y media de la mañana y todo arranca con un trago, la cámara sigue registrando, paramos, tratamos de explicarles de hacer un travelling del Corcubión, no hay problema, medimos la luz, subimos al fiat uno y abrimos la luneta clavamos la cámara, un par de pasadas, el piso está bravo, salta mucho, Pablo baja y empuja el auto, ahora es lento, muy lento dos minutos de travelling para mostrar el barco entero, no da, para nada. Creo que yendo con la marcha pero lo mas lento posible puede funcionar, el plano es el mejor, solo el barco y apenas el horizonte, vamos, una pasada, otra y otra, al fin queda como queremos, volvemos al interior del barco, todo marcha sobre rieles, Sergei pide que preparen tarjun (bebida por demás endiablada) preparado en botella de plástico se le agrega alcohol etílico, licor, cáscaras de naranjas, limón y agua, se mezcla y a beberlo (Sergei dice que la receta es como la de coca-cola, las medidas están guardada en secreto en un banco).
Nos llevan a recorrer el barco, bajamos las escaleras, hay un cable ancho y largo con un par de imperfecciones, debemos tener cuidado, con todo, con los fierros oxidados, con la electricidad, con las escaleras que están húmedas, los pozos que se fueron haciendo con el oxido, esta todo vacío y frío, por los ojos de buey filtra agua, ya que llueve fuera, es una llovizna muy fina, garúa estamos en el corazón del Corcubión, Sergei saca unos caños de bronce que juntan para vender, explica mientras lo hace, en un idioma muy extraño pero al fin entiendo, mi oído se va acostumbrando a la forma de pronunciar, y tratamos de entendernos con sinónimos y algunas señas, la conversación es lenta pero muy rica, le pido a Walter un vidrio redondo del barco para mi casa, se trepa y me lo alcanza “un regalo” dice, poca luz pero sirve para registrar, pasamos por los camarotes, algo desarreglados, los baños, Rosa nos pide perdón por no haberlos limpiado, seguimos rumbo donde alguna vez fueron los depósitos de pescado, bajo por una escalera hecha de sogas y algunas maderas, Sergei me pide que vea si hay agua debajo de las maderas, en un rincón descubro un poco, le aviso, pero no es mucha la que hay, me dice que hay casi la misma cantidad que la ultima vez que él bajó, registro el lugar, encuentro la linterna que se le cayó una vez, las pilas no sirven, volvemos a la cocina, Fedor sale del camarote, está acomodando encima de la mesa, nos habla en un castellano intenso y muy rico (Moldavia, Tarkovsky, Dostoievsky, Vertov, Lenin, Estalingrado, San Petersburgo, Chechenia, Vladevostok, La Plaza Roja de Moscú, Putín …, nombres que aun siguen dando vueltas por mi cabeza), el tarjun, está venenoso, otro brindis (y-van el terrible), ya estamos todos en la misma sintonía, estamos borrachos como cubas, lo que si que mientras Pablo y yo tratamos de terminar el primer vaso ellos van por el quinto, llegaron hacer fondo blanco, imposible, son tres y media cuatro de la tarde debemos partir, prometiendo volver a ir, de hecho continuamos yendo dos o tres veces al mes y luego lo fuimos haciendo mas espaciado, al video lo estamos editando y solo quedan detalles para mostrar, pero la relación que tuvimos con ellos fue maravillosa, no solo que contaron y hablaron sino que también, nos han invitado a almorzar borsch (comida típica preparada por ellos), nos han llevado debajo de la autopista donde vivían también en la intemperie y de la limosna tres hombres, también de algún lugar de Asia Kerszeguistán, Uberkisztán???, uno se llama Rasputin,(ahora internado en un hospital de la provincia por anemia), que en la guerra de Afganistán manejó un tanque de guerra, con una herida en el vientre como de treinta centímetros; otro, Oleg, que en su país había sido policía, y nos mostró una foto del pasaporte que era muy gordo, y ahora estaba demacrado, muy blanco, flaco y sabiendo diez palabras de castellano, terminó en un asilo de alienados creo que el borda, y el otro Oleg, un joven que no llegaba a los treinta, se vino en un barco cuando su hija Anastasia, tenia once meses y hacia dos años que no veía, nos contaba esto mientras los ojos se le llenaban de lágrimas, a las semanas Oleg murió en una pelea callejera (mierda, muy triste).
Aún hoy en el “El Santo Corcubión”, (así lo llaman por todo lo que el barco les dá) se trata de no hablar de este tema, dicen que es mejor no recordar las tristezas…, ahora barbija está rascándose las pulgas y mirando a otro perro que cruza la calle Pedro de Mendoza, volvemos a cargar los equipos, los subimos al auto, lo ponemos en marcha, es tedio y tristeza en nuestras caras, Rosa se acerca, Pablo baja la ventanilla, ella se asoma y en su portuñol silbante dice: “… sepan que para nosotros ustedes son dos angelitos …”, se vuelve al barco, comentamos lo ocurrido, nos ponemos en marcha, de vuelta a casa, en busca del calor de nuestras mujeres, repetimos una frase de Hobbes: “El hombre es el lobo del hombre”, pero dicho por Sergei es: “humano para humano, lobo” sabemos que no nos equivocamos al filmar esta historia, la historia de unos marineros que aun hoy se les nota en el brillo de sus ojos, cuando sus miradas se enceguecen en el recuerdo de sus días pasados, navegando y pescando, juntando dinero para ellos y sus familias, soñando con un futuro que les fue robado…


in memorian